Ojos negros se llama el pueblo donde Paula (también de ojos
negros) pasa sus vacaciones, junto a su tía, y su abuela, después de años sin
verlas.
Plena transición de la niñez a la adolescencia, donde las
cosas empiezan a doler. Donde no todo es color de rosa, y la vida se impone no
siempre alegre y llena de juegos, sino más bien, tajante con pequeños resabios
de una infancia llena de inocencia.
Una película, realizada por cuatro estudiantes como cierre a
su estudio universitario (a prestarles atención a lo que harán luego), con
escenas contemplativas, para pensar, para detenerse en la vida del pueblo y sus
posibilidades, sin quitar en el fondo las decisiones que toma una y otra
hermana, con todo lo que eso puede acarrear en la vida. Con reproches, con
silencios, a paso lento pero certero, una peli que se disfruta, pero que se tiene
que ver con tranquilidad, sin esperar las escenas apuradas ni los diálogos
eternos y rápidos a los que cada vez estamos más acostumbrados.
Con preguntas escondidas, sobre la vida, el crecer, la
muerte, el futuro, la amistad, los espacios entre amigos como decía Pink Floyd.
La peli dice más con lo que no dice que con lo que dice, con lo que no muestra
que con lo que muestra. Una dirección exacta para lo que la peli quiere
transmitir.