Terminó la peli y sentí que no había entendido nada. Cuando
descubrí que había entendido bien, me gustó más todavía. Y es que Tully no es
una historia simple, y a la vez lo es.
Resulta que la protagonista va a tener a su tercer hijo. Y
cuando lo tiene, entra en caos.
Retrata muy bien el cansancio, que es algo notorio en esa
etapa en la que amamantamos, velamos por el sueño de los demás, la comida, los
pañales. En fin, se dice que luego, una vez equilibrado todo eso, aun así, una
madre no duerme nunca más como antes de ser madre.
Y debo decir que es cierto. Si bien cuando los chicos
crecen, una encuentra nuevamente el descanso. También es cierto que mientras
son chicos, una duerme con un ojo abierto y otro cerrado. Difícil de entender,
pero real.
Además, el cuerpo no es el mismo, y eso a veces, nos pesa.
Claro que están las madres estrella, que hacen todo y más, y
siempre están relucientes. No fue mi caso. Jajajaja Si bien no sufrí depresión
post parto, como la prota de la peli, nunca fui una ama de casa ejemplar, y me
abatato cuando hay que hacer más de dos cosas a la vez, como pasa en la peli.
Así que eso gente, me sentí un tantín identificada. Con esa
sorpresita al final que hizo que la peli tuviera más gracia.
Leí por ahí algo así como “comedia con sonrisa triste”. No
encontré mejor definición para la peli, así que la tomo.
Porque es una comedia, pero no una comedia ligera. Es un
drama, pero no para llorar. Tiene su humor, especial.
Tiene frescura, aun contando cosas que desbordan la psiquis
de cualquiera.
La recomiendo.